miércoles, 1 de agosto de 2012

Diferente compromiso, diferentes resultados

Estaba yo dándole vueltas al tema del compromiso de las personas con sus organizaciones cuando al recurrir a uno de los trabajos clásicos de Mathieu y Zajac (1990) se me ocurrió esta pequeña disquisición que quiero compartir.

He de decir en primer lugar que mi preocupación por el compromiso viene derivada de la falta de éste. Me explico, no de mi falta de compromiso, sino de la ausencia de éste como noticia, eslogan, motivo de conferencia, etc. La terrible situación socio-económica que vivimos actualmente parece haber enterrado el compromiso como concepto fundamental en la gestión de las organizaciones.

¡Ya no está de moda¡

Qué le vamos a hacer.

Resulta que yo que no voy especialmente a la moda traigo de nuevo la cuestión (no a primera plana que no me leen mucho pero sí a este blog).

El compromiso organizacional es un estado psicológico que refleja el vínculo que mantenemos con la organización para la que trabajamos. A nivel general podemos decir que cuando dicho estado es positivo tendemos a mantenernos en nuestra empresa y a ofrecer lo mejor de nosotros mismos para el logro de los objetivos organizativos.

A nivel general, está bien, sin embargo una mirada más en detalle de los antecedentes de este estado psicológico nos puede hacer ver cómo a diferentes compromisos, diferentes resultados.

El compromiso organizacional engloba diferentes aspectos que, sin ánimo de ser exhaustivo en la categorización, podrían clasificarse como (a) relacionados con nuestra relación afectiva con la organización –el compromiso afectivo-; (b) relacionados con los costes percibidos que asociamos a abandonar la organización –el compromiso de continuidad-; y (c) relacionados con la percepción que tenemos respecto de nuestra obligación para con la organización -el compromiso normativo-.

El compromiso afectivo está caracterizado por que el trabajador acepta firmemente y de manera convencida los objetivos y valores de la organización; está dispuesto a ejercer un esfuerzo considerable en beneficio de la organización y manifiesta un gran deseo de permanecer como un miembro de la misma.

El compromiso de continuidad refleja un análisis de costes/beneficios (se habla también de compromiso de cálculo) que realiza el trabajador sobre lo que gana o pierde si abandona su organización (dinero, comodidad, seguridad, ….).

Finalmente, el compromiso normativo refleja la convicción del trabajador de que está “obligado” a permanecer en la organización. Lo importante de esta aproximación es que esta obligación no está sustentada en las aportaciones de la organización sino en la presión cultural, social, familiar, que se ejerce sobre el trabajador.

Parece sensato pensar que las personas con un compromiso afectivo podrán generar resultados de mayor valor añadido para la organización que personas con compromiso de continuidad o normativo. ¿No creen?

Sin embargo, y ahora vuelvo a la crisis, el contexto en el que nos desempeñamos actualmente hace que los gestores le den mucho menos valor al compromiso afectivo -- el mercado laboral se encarga de mantener a las personas comprometidas a base de compromiso normativo y de continuidad--. Claro, el compromiso afectivo hay que generarlo -con buenas prácticas de gestión de personas, entre otras formas-, mientras que los otros dos nos vienen dados, sin hacer nada.

A pesar de ello sabemos que es el compromiso afectivo el que nos interesa. Así que, tal vez ahora más que nunca hemos de invertir en este tipo de compromiso.

lunes, 13 de febrero de 2012

Miedo, innovación, productividad, competitividad: a mí no me sale la cuenta.

Nos equivocamos de cabo a rabo. Esto así no funciona.

Recuerdo cuando en mi época de estudiante de bachillerato tocaba lidiar en la asignatura de filosofía con los silogismos: “si esto es así” y “esto también es así”, “aquello ha de ser necesariamente así”.

Por ejemplo:

Premisa 1: Si me duermo ahora no podré ir luego al cine

Premisa 2: Si no voy al cine me voy a aburrir por la tarde.

Conclusión: Si me duermo ahora me voy a aburrir luego por la tarde

Igual el desastre en el que andamos metidos y las recetas que se están tratando de aplicar no sirven y podemos razonarlo a partir de la metáfora del silogismo.

Premisa 1:

La salida de la crisis pasa necesariamente por tener un país con unas empresas competitivas. Esta competitividad descansa sobre una mayor productividad de nuestras organizaciones y sobre un nuevo foco de actividad alejado del ladrillo y de alto valor añadido a través de la innovación. Todo el mundo de acuerdo. ¿Verdad? Nos lo hemos dicho por activa y por pasiva. Por arriba y por abajo. Los de derechas y los de izquierdas. Los empresarios y los trabajadores.

Una vuelta de tuerca: para innovar y producir hace falta salir de la zona de confort y arriesgar algo en los planteamientos, en las formas de hacer, en el modo en el que abordamos los problemas. Hacer lo que siempre hemos hecho, de la misma forma, sin variar nada nos suele hundir y otras organizaciones se vuelven más competitivas que nosotros. También verdad ¿no creen? A poco que revisemos algo de literatura al respecto nos daremos cuenta de ello.

Muy bien, por acuerdo inter-jueces: premisa 1 verdadera.

Premisa 2:

Con miedo no hay innovación y no hay productividad. El tiro con arco es un deporte que requiere de una enorme precisión. Está demostrado que cuando un atleta de tiro con arco, en lugar de centrarse en “su rutina de acción” se centra en imaginar las consecuencias que tendrá para su carrera el no dar en el blanco, tiene mayor probabilidad de errar el tiro. ¿Les suena? El miedo nos hace necesariamente conservadores. El miedo, en muchas ocasiones, saca lo peor de nosotros mismos. A mí me pasa, cuando tomo una decisión con miedo normalmente me equivoco. El que no tenga algo de miedo que tire la primera piedra. Es verdad que el miedo tiene también su valor de adaptación. Pero ahora no se trata de adaptarse, se trata de salir del laberinto.

Lo terrible de la situación es que las políticas de gestión laboral que se están imponiendo desde hace más tiempo que el razonable llevan aparejadas un aumento del miedo de las personas. La gente va a trabajar con miedo: ya sea un operario, un directivo o un técnico único en su especialidad. Las políticas que estamos teniendo nos están convirtiendo en una sociedad miedosa. ¡Qué horror!

Creo que en esto, por muy doloroso que sea, también estaremos de acuerdo.

Conclusión: (por favor léase alto y claro): con esta política del miedo no seremos más competitivos.

Además,

La productividad la generan las personas. La innovación también. El que se queda sin trabajo es una persona. El que consume es una persona, el que da un crédito es una persona.

Basta de análisis económicos: lo que nos hace falta es entender que las sociedades y las organizaciones las forman las personas. A poca teoría psicológica que aplicáramos más nos luciría el pelo.

PD: puede ser un buen momento para releer NoMiedo de Pilar Jericó.
Pero esto para otro post.