En el suplemento negocios de EL PAÍS del domingo 25 de julio se publica una breve entrevista con Henry Chesbrough de la que también se hace eco madrid+d. En ella se insiste en dos ideas que por más que se repitan no acaban de calar.
La primera de ellas y por la que saltó a la fama en el mundo de los negocios el profesor Chesbrough es la de INNOVACIÓN ABIERTA. De manera resumida la esencia del planteamiento es que en lugar de centrarnos en grupos muy cerrados y opacos al exterior (y a lo que hace la competencia, claro) para desarrollar servicios, productos, soluciones, …, tiene más valor compartir y buscar colaboración con otros expertos para lograr mejores soluciones. Sin duda el mundo académico es un buen ejemplo de esta idea de innovación abierta. Lo que (en teoría) motiva a un académico es publicar sus hallazgos y que sus trabajos sean máximamente citados (es decir entendidos e integrados) por otros científicos.
La segunda idea interesante es la que da título al artículo “Sin fracaso empresarial no existe la innovación”. La cuestión planteada en claramente es la siguiente: parece claro que por cada idea exitosa que conseguimos plasmar en un servicio o producto que llega nos ofrece interesantes beneficios, por el camino se han quedado unas cuantas. Es decir hemos fracaso más veces de las que hemos tenido éxito. Y esto que parece razonable de entender en absoluto está integrado en las formas básicas de hacer de los responsables de las organizaciones (ni, incluso, de los responsables de los procesos de innovación). Por ello, si fracasas hay castigo. La consecuencia de ello es evidente: se seguirán haciendo las cosas tal como se suelen hacer sin salirse del guión.
¿Innovación? No jorobes, con la que está cayendo.
Hay mucha palabrería sobre creatividad e innovación. Son palabras que se usan mucho y que toda empresa que se precie lo nombra como parte de sus valores, pero a la hora de la verdad son muy pocas las empresas en las que se propicie un ambiente y un entorno donde la creatividad y la innovación puedan florecer. Queda muy bonito como parte de un discurso, pero en la realidad estamos muy muy lejos de aceptar crear un entorno donde esto se pueda cultivar y donde se acepte el fracaso y se aprenda de él. El miedo, el perfeccionismo bloqueante, y la incoherencia entre lo que se dice y luego se promueve son aún una constante. En mi opinión, hay que ser muy valiente y tener mucha coraza para atreverse a ser creativo e innovador en un entorno empresarial.
ResponderEliminarGracias Ana. Pues sí, lamentablemente en muchos casos es "mucho ruido y pocas nueces". Ahora que tengamos claro que la capacidad competitiva de nuestras organizaciones está muy relacionada con la capacidad de sus personas para arriesgarse a innovar.
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