Vaya por delante que escribo esto desde la ingenuidad del ciudadano de a pie. Es verdad que con experiencia en el campo de la gestión de recursos humanos, pero no me he documentado para este post en sesudos informes ni buscado en la literatura científica a mi alcance. Aunque como dice nuestro experto en web 2.0, Andrés Muñoz, el blog está para opinar. Sin más. Directamente.
En mi anterior post hablando de felicidad ya me iba acercando a estos temas, tal vez menos técnicos, pero sin duda actuales y comprometidos.
La cuestión es que, busque donde busque, me encuentro con que la opinión generalizada acerca de los retos actuales a los que nos enfrentamos desde la gestión de recursos humanos, tienen que ver fundamentalmente con la retención del talento en un entorno caracterizado por una enorme competitividad y unos cambios que se suceden a velocidad de vértigo.
Pero no puedo dejar de pensar que acompañando a este contexto tenemos otro que arroja cifras demoledoras.
Solo en nuestro país:
- Tenemos cerca de cinco millones de parados, lo que supone un 21,29% de la población activa.
- La brecha salarial existente entre directivos y empleados crece cada vez más
- El acceso de la mujer a los salarios y responsabilidades que ocupan los hombres está claramente estancado. En la web de la Fundación Acción Pro Derechos Humanos podéis encontrar muy buena información al respecto.
A todo ello se suma la cada vez más extendida sensación de que son los mercados y no los gobiernos elegidos democráticamente (sin entrar en la disquisición de si con democracia verdadera o no) los que dirigen el rumbo de nuestras sociedades.
Es precisamente en este contexto en el que planteo nuevos retos tal vez más comprometidos y con mayor valor social. Hasta el momento hemos incidido en el reto de la empleabilidad. Es el ofrecimiento que hacemos desde la sociedad evolucionada: como no puedo garantizarte un empleo trato de que tengas empleabilidad y lo puedas conseguir por tus propios méritos. Es un avance. Pero hace falta más.
Trabajar menos horas para que haya más personas trabajando. El trabajo no es solo el requisito imprescindible para poder llevar una vida digna y acceder a los elementos básicos del sustento. Tiene también una importante función social y psicológica. El reto tiene que ver con responder a algunas preguntas fundamentales: ¿qué medidas hay que demandar a los legisladores para que las empresas vean interesante económicamente esta reducción de horas por trabajador a cambio de tener más trabajadores? Si lo anterior se da, ¿cómo podemos hacer para que los empleados valoren positivamente la posibilidad de trabajar menos horas y reducir su salario? Finalmente, ¿cómo obtener métricas claras de los beneficios que se pueden obtener?
Reducir las inmensas diferencias existentes entre los salarios que perciben personas con diferentes aportaciones de valor. Es claro que debemos perseguir un modelo en el que la retribución esté basada en la aportación de valor de una persona a la organización pero ¿la actual brecha salarial está justificada por una aportación de valor tan diferencial? Hemos de demandar de los legisladores, también aquí, que establezcan unos criterios que se correspondan con una cierta visión ética de la retribución. Y a nosotros, profesionales de recursos humanos, se nos ha de demandar una mayor precisión en la apreciación del valor que un empleado (sea cual sea su rol) aporta a la organización.
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